Hamilton, las cuevas de Waitomo y la caminata inesperada

Hamilton, las cuevas de Waitomo y la caminata inesperada

Hoy me levanté tempranito a escribir, estoy media atrasada con los post y no quiero empezar a colgar. Así que a las 5am me hice un tecito y me senté a ponerme al día.

Escribí hasta las 7 y media más o menos y luego nos empezamos a preparar para ir a la aventura del día de hoy.

En el medio Sasha, la perrita, nos entretuvo un rato largo demandando caricitas.

A las 11 teníamos que estar en las cuevas de Waitomo entonces tipo 9 arrancamos. Salimos bien temprano porque, si bien era un viaje de cuarenta y pico de minutos, las rutas son muy curvas y de doble mano. Así que (si el tráfico nos lo permitía) nuestra idea era ir bien tranquilos.

Unos paisajes hermosos, unas rutas muy estresantes. Íbamos a unos 70 km por hora y veíamos como cada vez era más grande la cola de autos atrás nuestro. Gajes del manejo. No sólo es que la ruta sea difícil, sino que es un auto al que no estás acostumbrado y el sistema de manejo es completamente al revés.

Llegamos sanos y salvos a las cuevas de Waitimo! Habíamos hecho reserva para un tour por estas cuevas tan peculiares que en sus techos tienen unos gusanillos que se iluminan en la oscuridad total y parece que estás en un campo lleno de luciérnagas.

Nos tomamos unas fotos en la entrada porque una vez que ingresabas al tour estaba prohibido sacar fotos.

Primero te cuentan un poco la historia de cómo fueron descubiertas estas cavernas por un jefe Māori, llamado Tane Tinorau y un expedicionista Ingles, llamado Fred Mace. Actualmente todos los que trabajan en las cuevas son descendientes de Tane Tinorau (puede ser porque tuvo más de 16 hijos que hoy en día tiene tanta descendencia, jeje).

También nos contaron cómo se hacían estos tours a principios del 1900. Bajaban con velas y antorchas, no tenían las escaleras que hoy estaban. Era todo mucho más aventurero y tardaban como 6 horas en hacer el recorrido que nosotros hicimos en 1 hora.

A medida que descendíamos iban disminuyendo la luz que disponían para iluminar las cavernas. esto lo hacían para que nuestros ojos se fueran acostumbrando a la oscuridad cavernosa de la última parte.

Antes de sumergirnos en las profundidades de las cavernas donde hay agua y están estos gusanos que se iluminan nos contaron un par de cosas más. Nos dijeron que teníamos que estar en silencio absoluto. Estos gusanos se iluminan para atraer insectos que estén dando vueltas por la caverna, los capturan con unas babas colgantes y así alimentarse. Cuando sienten que hay amenazas alrededor dejan de brillar, es por eso que no debe haber luz ni mucho sonido.

Nos subimos a un bote que iba guiado por una chica que se empujaba por sogas atadas de una pared a otro de la caverna. Supongo que esto lo hacen para no hacer ningún tipo de ruido y no necesitar tener luces encendidas.

A medida que vas avanzando ves cada vez más y más puntitos de color azul en el techo. La naturaleza es tan increíble.

En un momento nos quedamos quietos con el bote, admirando estas lucecitas, y vemos como una cae justo en la fila de atrás nuestro. Una chica dijo, bueno ahora pueden pedir un deseo. Muy elocuente.

Llegamos a una apertura hacia exterior, ahí nos bajamos del bote y se dio por terminada la excursión. Estuvo buenísima pero Fran decía que hubiese estado bueno un poco más de tiempo arriba del bote.

Les dejo un video que nos pareció hermoso y captan casi exactamente lo que es ver esto en persona.

Al salir decidimos hacer una parada en el restaurant del lugar y pedir unas batatas Kumara fritas. Son muy parecidas a las batatas de allá pero menos fibrosas. Muy ricas.

Salimos del lugar y cuando nos estábamos dirigiendo al estacionamiento vimos un camino que tenía un cartel. Éste indicaba que te llevaba a un punto panorámico y luego al pequeño centro comercial de Waitomo. Subimos por todo un bosque hasta llegar a unos campos. Ya ver esto era genial pero si seguías subiendo y llegabas al mirador tenías una vista de todos los campos, vaquitas, árboles, pastizales de unos cuantos kilómetros a la redonda.

Modo super turistas On.

Turista con gorro rosa.

Volviendo del mirador me dí cuenta que a lo largo de casi todo el camino estaban las plantas tan características de Nueva Zelanda, esas que están en la camiseta de los All Blacks. Se llaman helechos plateados, son un árbol tipo helecho que tienen la parte de arriba de la hoja verde y la parte de abajo plateada. Son gigantes.

“Cyathea dealbata”

Seguimos camino hasta el pequeño pueblito, le dimos una vuelta y luego volvimos al auto.

Listos para emprender el viaje de vuelta, se nos largo el diluvio universal. Esto era un nivel más en dificultad para manejar. Si cuando vinimos lo hicimos no muy rápido imagínense la vuelta con lluvia torrencial. Fuimos derecho a un restaurant de pizzas donde tenían la certificación de celíaco y versiones veganas.

“Hell pizza”

Medios muertos de hambre, porque eran las 3 y media de la tarde, pedimos la versión vegana de una que traía ananá, aceitunas, queso vegan y más vegetales. RIQUÍSIMA! La pizza de ananá es un viaje de ida, así que si no están preparados para que les guste no la prueben.

Pedimos una segunda que estaba rica, pero nada se comparo con la de ananá.

Camino de vuelta decidimos pasear un poco por los lagos de Hamilton. Tiene toda una caminata alrededor del lago pero lamentablemente nos tuvimos que quedar mirando desde el auto porque estaba lloviendo.

Luego fuimos a la casa. Froken trabajó un poco y yo me dediqué a jugar y pasar tiempo con Sasha. Apenas nos ve llegar se viene a donde estamos toda contenta. Amber, la gatita pelirroja, también demandó atención y se quedó con nosotros toda la tarde.

A la noche fuimos a un restaurant indio a que Fran pida comida para llevar. Yo decidí no comer, las pizzas me dejaron lista por todo el día (aunque tengo que admitir que comí unas trufas dulces a la tarde).

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