La Cumbrecita, Córdoba

La Cumbrecita, Córdoba

Luego de una mañana fría, lluviosa y sin señal de teléfono ni internet, agarramos todo lo necesario (agua, mate y galletitas) y emprendimos el viaje para La Cumbrecita.

En el viaje de ida, Fran tomó por un camino alternativo. Entramos a Villa General Belgrano y fuimos por una calle que era de tierra pero más directa que la ruta. Unos kilometros después de retomar por la ruta 109 se empieza a ver la belleza del paisaje de la zona. Las líneas de áboles con colores semi-otoñales y las grandes sierras que recortan el cielo es lo que más nos llamó la atención.

Un par de kilometros antes de llegar, la ruta se convierte en una calle empedrada. Una vez allí te recibe alguien de la oficina de turismo que te explica donde dejar el auto, te cobra estacionamiento y dice donde está el centro de información para turistas. Esto nos vino muy bien porque fuimos a consultar qué podíamos visitar y nos dieron un mapa detallado y bien explicado con los puntos más importantes del pueblo.

La primera impresión

Apenas cruzás el puente peatonal ya te sentís en un lugar especial. No se si será el hecho que es un pueblo peatonal o que el centro comercial sea uno de los mas rústicos (estilo europeo) y hermosos que hayamos visto en la vida, pero nos sentíamos en un cuento de hadas. Sus calles son una mezcla de calle de tierra con empedrado, van variando depende el lugar, hay subidas y bajadas todo el tiempo. Otro detalle pintoresco son las flores silvestres que crecen al costado de las calles, que te van a compañando por casi todo el recorrido.

A medida que vas recorriendo vas encontrando diferentes seres tallados en troncos de árboles caídos. Luego nos enteramos que todos estos árboles se cayeron en una tormenta muy grande que hubo en el 2012, para honrarlos decidieron decirle a un artista que de ellos hiciera esculturas representado la identidad del pueblo y sus fundadores.

Las casas tienen un estilo unificado, desde el kiosco hasta el destacamento policial. Realmente parecía que estábamos en los Alpes Suizos. Esto y que los carteles estaban todos en castellano y también alemán.

Fran en un momento enloqueció y empezó a sacarle fotos por encima de la cerca a una casa muy antigua. Mientras yo lo retaba y pensaba “ahora nomás sale el don y la doña a corrernos con la escoba” Fran me trataba de explicar que esta casa no era una casa cualquiera, se llamaba El Castillo y era una de las casas de los habitantes originarios. No le creí y me fui rápido, por las dudas.

La Olla y el Lago de las Truchas

Luego de una bajada media rocosa, empinada y bien cortita te encontrás con uno de los puntos a visitar: La Olla, un piletón natural rodeado de rocas. Se nutre de una cascada que nos pareció que tenía poco caudal pero suponemos que es por la época del año. Igualmente La Olla estaba rebalsante de agua, se veian pecesitos nadar dentro de ella y Fran leyó que su profundidad es de 6 metros o más. O sea, te podes tirar de bomba desde arriba de la cascada que no pasa nada.

Nos quedamos un rato sacando fotos y recorriendo un poco los lugarcitos escondidos más allá del lugar principal. Tratamos de encontrar puntos alternativos para sacar fotos a la cascada donde no estuviera toda la gente. Tuvimos éxito rotundo, hasta trepé por lugares donde nunca pensé que me iba a permitir mi vértigo.

Algo que observé, es como solemos llegar al lugar, sacar la foto e irnos. No nos damos tiempo a observar el paisaje más allá de la pantalla de la cámara. Eso que yo vivo mirando por el visor de mi cámara, pero siempre intento ser consciente y obligarme a tener un tiempo para disfrutar de los momentos sin ningún intermediario.  Tratar de disfrutar del momento con la persona que tenés al lado es tan o más importante que tener ese recuerdo. Pero bueno supongo que nos pasa eso en todos los ámbitos de nuestra vida, siempre queremos pasar a lo próximo y no nos damos cuenta lo importante que es sentarse y disfrutar el aire frío del otoño o la garúa finita de la catarata que te rocia la cara.

Salimos de la Olla y a unos pocos metros estaba el Lago de las Truchas. Es un conjunto de pequeñas cascaditas que te van guiando al lago donde se ven nadar pecesitos, muy parecido a la Olla.

De uno de los senderos del Lago se desprendía un caminito escondido que parecía, como dice Fran, que nos llevaba a la casa de la Bruja en el bosque encantado. Obviamente lo seguimos porque era de día, de noche olvidate que lo hicieramos no somos tan valientes. Igual nos llevó hasta una tranquera que no pasamos porque seguramente era propiedad privada. Creo que lo más lindo del Lago las truchas fue esto definitivamente. Más adelante vimos otro caminito que lo empezamos a seguir pero este parecía que te llevaba a la casa de la Bruja de Blair, así que nos volvimos al toque. Como dije, tan valientes no somos.

Cascada Grande

El camino a la Cascada Grande fue el más largo y dificultoso de los tres, pero sí que valía la pena.

Caminos angostos llenos de raíces, pequeños puentes, senderos bloqueados por árboles caídos, rocas verdes que te van marcando el trayecto, escalones tallados en rocas gigantes y piedras, muchas piedras, grandes y pequeñas sin tallar de las cuales te tenias que trepar como podías.

Pero llegamos y fue la maravilla misma. Creo que nunca había visto una cascada tan grande (como su nombre lo indica) y fue deslumbrante. Nos quedamos un ratito admirándola y luego decidimos bajar hacia la base por un camino cero delimitado. Fue bastante complicado, una re aventura. Ahí si que fue hacer puro culo patín para no terminar colisionando violentamente contra una piedra.

Pasamos un buen tiempo mirando la cascada y podríamos haber pasado bastante más, pero estaba empezando a oscurecer y no queríamos hacer el camino de vuelta sin luz, así que decidimos regresar tranquilos.

Emprendiendo la vuelta

Volvimos por otro camino donde pasamos por diferentes puntos interesantes de la Cumbrecita. Si bien no eran la mayor atracción, estuvo bueno verlos.

La capilla fue uno de los primeros que nos encontramos. Fue construida en los años ’60 manteniendo esa arquitectura del resto del pueblo de la que hablamos más arriba.

Más adelante pasamos la fuente. Ésta fue contruida por uno de los hijos del fundador como regalo de cumpleaños. Leímos que en esa época la fuente tenía una campana que usaban para alertar al pueblo de los peligros (ya sea un incendio o algún problema mayor). Como verán en la foto donde estaba la campana, hoy no había nada, no se porque se la habrán sacado, eso va a permanecer un misterio por el resto de nuestras vidas.

Por último pensábamos entrar a la casa del fundador, que hoy en día es un café, donde tienen expuestas fotos de los inicios de La Cumbrecita, las familias y las primeras casas. Veníamos con muchas ganas de entrar para tomar algo calentito, mirar las fotos y descansar un rato pero lamentablemente llegamos tarde y ya estaba cerrado así que sólo pudimos verla desde afuera.

Con bastante frío y ya cerca de la salida enfilamos para donde estaba el auto. Era uno de los últimos que quedaba en el estacionamiento, se ve que acá todo cierra bastante temprano. Así que nos subimos al auto, pusimos música, hicimos unos mates, abrimos las galles y agarramos el camino de vuelta. Ya estaba anocheciendo, así que fuimos super tranquilos disfrutando de la ruta y charlando del hermoso día que tuvimos.

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