Golpe de Agua, Camping de Atilio, Provincia de Córdoba

Golpe de Agua, Camping de Atilio, Provincia de Córdoba

Golpe de Agua es un lugar hermoso en donde podes pasar el día tranquilamente.

Nosotros salimos después de comer. Desde Calamuchita tuvimos una hora y cuarto de viaje. Salvo que tengas un todoterreno recomiendo que visites este lugar si no llovió la noche anterior. Los últimos  6 kilometros son de ruta de tierra y el ultimo kilometro y medio es el más complicado en cuanto a barro y peligro de estancamiento. Nosotros tenemos un auto común y no tuvimos ningún problema en llegar pero estaba todo seco.

Los últimos kms de ruta son un verdadero paisaje de Hayao Miyazaki. Sierras verdes, vacas pastando entre las rocas y árboles, caminos curvos, subidas y bajadas por todos lados, realmente hermoso. Se puede decir que ya se empieza a disfrutar Golpe de Agua desde 6 kilometros atrás.


También puedo decir que parte del viaje no lo disfrutamos tanto ya que dos kilómetros antes de llegar empezamos a sentir olor a nafta dentro del auto. Fran paró, se fue a fijar qué pasaba y vio gotear algo por debajo del motor. Empezamos a asustarnos bastante hasta que se dio cuenta de que lo que goteaba no era nafta sino agua y en el motor no se sentía ningún olor fuerte. El contador de combustible no parecía estar descendiendo, así que seguimos viaje.

Llegamos y la puerta de la tranquera estaba abierta, así que pasamos al Camping de Atilio. Llamamos a la puerta de la casa y no parecía haber nadie. No sabíamos si quedarnos o irnos. Después de estar deliberando un rato llegamos a la conclusión que si la puerta de la tranquera estaba abierta era porque podíamos pasar y que capaz se habían ido y en un rato volvían. Así que nos quedamos.

Bajamos al río y nos metimos. Todavía no me acostumbro a que haya tanta rocosidad bajo el agua e intento ir pisando las piedras más grandes para ir haciendo equilibrio y así avanzar, cuando Fran tiene otra técnica, ir pisando donde no hay piedras, creo que es bastante más efectiva. Encontramos una pequeña ollita que parecía un yacuzzi y Fran se metió. Yo preferi seguir haciendo equilibrio en las piedras.

Luego de estar un rato bastante largo refrescándonos, volvimos a subir a la parte del camping. Tiramos en el pasto la mantita, abrimos las sillas y sacamos la merienda. Después de estar sentados unos minutos tranquilos a la sombra empezaron a aparecer las gallinas y gallos alrededor nuestro. Algunas más curiosas que otras se acercaban un poco más, otras nos miraban de lejos. Muchas llegaban hasta el auto y parecía que se quedaban mirando su reflejo en el coche medios hipnotizadas. Iban, venían, comían, se limpiaban el pico, observaban extrañadas el auto, nos miraban se acercaban pero al mismo tiempo desconfiaban.

De repente me pregunte qué será de la vida de esas gallinas. Hoy caminaban libres en un lugar hermoso, pero mañana, qué pasará mañana con ellas? Puede ser que vivan libres por siempre pero no lo se…

Que suerte tenemos de haber nacido humanos y dentro de todo poder elegir lo que queremos. Que suerte que tengo de haber nacido en un país y un hogar en paz. Estoy tan agradecida por mi familia y mi vida, algunas veces nos hacemos demasiado problema, en vez de ver y tirar para adelante, de entender que realmente en este mundo somos unos privilegiados. Cuando hay animales que solo nacen para ser consumidos y toda su vida es una miseria. Cuando hay tantos conflictos y muertes en países no tan lejanos. Es importante día a día hacer este ejercicio de agradecer por las cosas que uno da por sentado. E intentar hacer lo mejor posible con la vida de uno.

Fran se durmió una siestita en la mantita y yo agarré mi cuaderno de anotaciones y me puse a escribir mientras me autocebaba mates. Escribí un poco de todos estos días en Cordoba y de lo feliz que soy al aire libre. Escribí de lo hermoso que es pasar las noches y los días sin escuchar continuamente bocinas y de cómo me gustaría encontrar un trabajo que pueda llevar conmigo a todos lados.

En fin justo antes de irnos vemos que a lo lejos se acerca un hombre con su bastón, Fran mira y le digo: “ese no es Don Atilio?” Efectivamente era él. Fuimos caminando hasta donde estaba y lo saludamos. Nos contó que más adelante había unas ollas grandes y lindas para meterse y luego nos recomendó que le pusiéramos primera al auto y saliéramos tranquilos y todo iba a andar bien. Un grande.

Guardamos todo, Fran prendió el auto, el marcador de la nafta seguía en el mismo lugar y así que tranquilos emprendimos el camino de vuelta. Ahora ya super tranquilos que el auto estaba bien, fuimos escuchando música, comiendo unos snacks y disfrutando de ese paisaje Hayao Miyazakistico(?) que teniamos a nuestro al rededor.

 

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