Reserva Natural La Cascada, Santa Rosa de Calamuchita.

Reserva Natural La Cascada, Santa Rosa de Calamuchita.

Primer día  en Calamuchita! Decidimos, a la mañana, hacer un paseo por el centro comercial. Aprovechamos para hacer unas compras en una dietética y en la verdulería.  Conseguimos todo lo que necesitabamos y más, hasta pan y alfajores veganos y libres de gluten.

Luego de preparar el almuerzo y comer partimos hacia el paseo del día. El destino era “La Cascada“, como quedaba a muy pocas cuadras del lugar de donde nos estamos quedando fuimos a pie.

Apenas entramos nos empezó a seguir una perrita que luego sería nuestra guía durante todo el camino de ida y vuelta. Somos muy obvios y la llamamos “Laguia”, al principio nos acompañaba costantemente aunque algo distante. A medida que fue pasando la tarde, y le fuimos dando confianza, aparte de guiarnos nos daba besitos y despejaba el camino ahuyentando a las vacas que se nos cruzaban (solamente les ladraba de lejos, nada grave).

El camino a La Cascada

El sendero es de una dificultad media y es importante ir con un calzado adecuado.

Yo fui con ojotas y me las tuve que terminar sacando para poder caminar y trepar por las piedras. A mi me encanta andar descalza y fue lo mejor sentir las piedras, el barro, la arena y el agua bien fresca en los pies, pero igualmente recomiendo llevar unas buenas zapatillas porque si tenés los pies delicados las piedritas duelen.

El camino está bastante bien delimitado, algunas veces se pone confuso pero solo tenes que estar atento y observar con calma las marcas amarillas que van apareciendo en las rocas y te van guiando por el sendero adecuado. Tambien tenés unos carteles como referencia cada 150 metros que te van tirando frases inspiradoras y de paso te van dejando tranquila que estás por camino correcto.

Cuando llegás al cartel numero 7 el camino se divide en dos. Ambos al final te llevan a la cascada pero nosotros tomamos el que nos pareció más fácil (aunque no viéramos la vista panoramica del otro).

A lo largo del camino vas cruzando el arroyo varias veces. En un principio nosotros, los citadinos, veíamos como una re aventura pasar el pequeño arroyo donde solo tenes que ir pisando unas piedras para cruzarlo. Luego fuimos tomando actitud y ya casi al final cuando habia que treparse por unas rocas, yo andaba descalza, agarrada de los árboles y con ganas de más dificultad.. bueno, bueno… tampoco tanto.

Llegar todos acalorados y encontrarnos con la cascadita y su pequeña olla fue el premio mayor. “Laguia” se tiró a descansar al sol y nosotros aprovechamos que no habia nadie y nos dimos un chapuzón en el agua fresca. Fue una de las primeras veces que me metí en algo que no era mar y fue muy raro que el agua estuviera tan calma y se pudiera ver excatamente lo que habia abajo de ella. Esto me generaba más ansiedad que el hecho de no poder ver nada.
(Nota: todo el que me conoce un poco sabe de mi ansiedad al agua y no saber que hay o que puede aparecer por debajo de la misma.)

 Luego de refrescarnos decidimos tomar unos matecitos, así que nos fuimos a sentar al socito junto a Laguia. Ella super pancha y contenta de que la acompañáramos, y nosotros super felices de estar en ese lugar con tan buena compañia, guía y guardia.

Dejando nuestra marca

Mientras Fran me cebaba unos ricos mates, yo decidí ir a caminar por ahí y sacar unas fotos. Es increible como nosotros, los humanos, vamos dejando nuestra marca por donde sea que vayamos. Alrededor de la cascada encontré latas de atún, cartones de cepita, empaques de galletitas, bolsitas, obviamente colillas de cigarrillo y varias cosas más.

A lo largo del camino fui viendo muchos carteles que recordaban que te lleves todo lo que traías con vos. Es importante tomar conciencia de lo nocivo que es para el mundo estar recibiendo a diario toneladas de basura que podríamos evitar con un poco de esfuerzo. No digo que sea fácil yo misma lucho contra esto todos los días cuando me quieren encajar bolsitas plasticas en todos lados o sorbetes o material descartable. Pero lo intento, lucho conmigo misma y contra el mundo (algunas veces) porque sé que vale la pena.

Les hago una ejemplificacion muy sencilla y directa de lo que nuestros desechos pueden generar en el entorno de la cascada. Mientras estábamos sentados ahí una vaca se acercó al arroyo, nos miró, olió, mugió y se fué. Esta vaca pudo haber llegado a cualquiera de estos desechos y pudo habérselo comido. Este es un ejemplo insignificante de lo que nuestra basura puede generar en la vida natural.

Si están interesadas en empezar a entender y tener un poco más en cuenta este tema les recomiendo que sigan y lean a Mariana Matija, aquí les dejo su hermosa e inspiradora página: animaldeisla.com

La despedida

Volviendo al tema cascada, mientas estuvimos ahí, sólamente dos grupos de personas aparecieron. Unas siguieron su camino y las otras se quedaron ahí descansando. Cuando se empezó a nublar decidimos levantar campamento, obviamente Laguia se levantó, saludó a las otras personas y emprendió el camino de vuelta con nosotros.

El camino de regreso fue más fácil porque ya sabíamos lo que nos esperaba, aparte que fue la mayoría en bajada. En un momento me caí, pero fue porque de terca no me saqué las ojotas para caminar en las piedras. Igual nada grave fue una de esas caidas en camara lenta.

Una de las cosas mas difíciles del paseo del día fue despedir a Laguia. Pero volveremos en los próximos días y esperamos que estés ahí.

No creo que sea recomendable para ir con chicos muy chicos o personas grandes con poca estabilidad. Uno de los carteles decía que recomendaban el paseo a niñes mayores de 6 años y creo que está bien. Es un paseo hermoso pero, como bien decía el cartel de referencia número 1, con dificultad media.

Una vez en casa decidimos hacernos unos nuevos mates para tomar mientras mirabamos el atardecer desde la ventana y así dar por terminado este día.

Vlog del Día

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